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Cuando el mundo estaba sumido en la oscuridad, la Diosa de Mana desenvainó la Espada de Mana para aniquilar a los ocho benevodones, los monstruos de la destrucción. Ella encerró a estos horrores en las Piedras de Mana, salvando al reino de una destrucción segura. Exhausta tras reconstruir el mundo, la Diosa se transformó en un árbol y se sumió en un profundo letargo durante años. No obstante, las fuerzas del mal no tardaron en liberar a los benevodones con el propósito de dominar el mundo. Dieron comienzo a una terrible guerra para alcanzar su objetivo y desestabilizar los reinos. La paz llegó a su fin. El Mana fue desapareciendo poco a poco del mundo y el Árbol de Mana empezó a marchitarse…
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